Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

domingo, 7 de septiembre de 2025

La espiral del silencio

  

Cuando la verdad es reemplazada por el silencio,

el silencio es una mentira.

Yevgeny Yevtushenko

 

 

 

“La mayoría de los mexicanos vieron con buenos ojos el intento de madriza en el pleno del Senado”. Así, textual.

 

¿Quién lo dijo? Un truhan, un bufón que ya no da risa, un bufón que ya no apuesta por la risa sino por el enojo, ya no por el sentido del humor sino por la ira: un tal Brozo. ¿Dónde lo dijo? Desde el autoexilio, en su cada vez más virtual espacio en LatinUS, que, hay que subrayar, más que responder a los intereses de los latinos lo hace a los de los US. ¿Con quién lo dijo? Teniendo como invitada a otra prócer de la Patria y ejemplo excelso de mesura y objetividad, la senadora panista Lilly Téllez. He ahí las circunstancias que forman el contexto. ¿Cómo poner en duda las palabras del amargadísimo cómico? ¡Qué importa que no haya presentado prueba alguna! Seguro él no necesita encuestas para saber lo que piensa y siente la mayoría de los más de 130 millones de seres humanos que habitamos México.

 

De nuevo: “La mayoría de los mexicanos vieron con buenos ojos el intento de madriza en el pleno del Senado”. El aserto del payaso se refería al episodio ocurrido el 27 de agosto pasado, en la casona de Xicoténcatl, cuando el presidente nacional del PRI, el senador Alejandro Moreno Cárdenas, se trepó a la tribuna, resguardado por cinco canchanchanes de su partido, para agredir a golpes, con premeditación, alevosía y ventaja, al presidente del Senado, el morenista Gerardo Fernández Noroña. Esa civilizada manera de dirimir las diferencias —“a chingadazos”, según las propias palabras del priísta aludido— fue, según Brozo, “vista con buenos ojos por la mayoría de los mexicanos”. 

 

Y si quedaba alguna duda, el estropeado payasejo dijo: “La gente le aplaudió a Alito”. Ojo: “la gente”, ya no la mayoría de los mexicanos, ahora “la gente”, toda, porque, se entiende, para el súper ego maquillado del señor Víctor Trujillo quienes no aplaudimos la conducta porril del campechano priísta quizá seamos camellos o palmeras de camellón o piedras o marcianos, pero no gente. Al menos no gente como la que conforma su auditorio.

 

La argucia del payaso de Latinus es simple y, aunque hoy potenciada por la tecnología, milenaria: se mantiene a un grupito de despistados engañado diciéndoles, pongamos, que a los marranos les salieron alas y están aprendiendo a volar o que AMLO vive en un bunker bajo tierra en Palenque o que la presidenta recibe instrucciones desde el Kremlin, o lo que sea, cualquier cosa, la barrabasada que ustedes gusten…, y además, muy importante, con frecuencia se les dice machaconamente que la mayoría de la gente piensa así, exactamente igual que ellos. Entonces, ¡bingo!, los integrantes de ese grupito de personas, no importa cuántos sean, y menos importa entre más dispersos estén, pasan a considerarse a sí mismos “la gente” —una variante común es engatusarlos haciéndoles saber que así, como ellos, piensan los inteligentes, los bien informados—. Ahora, siempre existe el inconveniente, por supuesto, de que resulta imposible mantener a nadie el 100% de su vida pegado a la pantalla mirándote y que, por tanto, todos los miembros del grupo habrán de enfrentarse eventualmente a ese molesto inconveniente que llamamos realidad, realidad en la que, además, abundan los otros, los demás, los que piensan diferente o al menos no, en este caso, como Brozo. Entonces, para defender la sugestión también tienes que proveerlos continuamente de las argucias e insultos que les permitan decirle a los molestos otros que no, que los equivocados son ellos y que, además, son, claro, una minoría rascuache.

 

El payasejo no es un caso aislado. Brozo, LatinUS, las señoras Téllez y Dresser, los señores Ciro y Alazraki, los Chumeles y los Zuckermanns, el propio Alito, el panista Romero y, desafortunadamente, con ellas y con ellos la mayoría de los medios tradicionales y sus huestes de lectores de noticias y bulos y opinócratas caídos en desgracia, actúan como una cámara de eco para un determinado segmento de la población, un segmento ciertamente minoritario pero que se cuenta por millones, haciendo pasar su postura como mayoritaria. Los discursos del payaso y el de la… senadora alimentan un sesgo de confirmación: su audiencia consume su contenido porque refuerza sus creencias previas. Buscar pruebas para seguir creyendo es más fácil que poner a prueba nuestras creencias.

 

¿Y cómo es posible que siendo en realidad minoritarios resuenen tanto y repercutan en el ágora nacional? En buena medida porque del otro lado hay una mayoría cuya postura está escasamente representada en medios. Por ejemplo, usando el mismo caso: prácticamente todos los periódicos reportaron primero en línea y al otro día en sus ediciones impresas que el episodio se había tratado de “un pleito”, de “una confrontación” entre Alito y Fernández Noroña, y no de lo que a evidentemente fue: una agresión física del priísta a la cual la parte agredida no tuvo respuesta. Así también fue difundido el asunto en la mayoría de los noticieros de radio y televisión. ¿Y los lectores, el público, las audiencias?

 

La socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann explica que muchas personas tienden a ocultar sus opiniones cuando perciben que son diferentes respecto a lo que se dice en los medios hegemónicos, por miedo al aislamiento social. Postula que la opinión pública actúa como una especie de “piel social”, regulando la integración y el aislamiento. “La espiral del silencio”, así nombró Noelle-Neumann a su teoría (Elisabeth Noelle-Neumann, The spiral of silence: public opinion, our social skin, 1984). La alegoría de la espiral es acertada porque de alguna manera da cuenta de la paradójica situación que se pretende explicar: cuantas más personas callan sus posturas disidentes respecto a la versión de los hechos que los medios difunden, más palmariamente parecen ser minoría. La opinión difundida como mayoritaria se consolida y se amplifica, aunque no refleje necesariamente el parecer real de la sociedad. Un círculo vicioso que consolida el llamado“clima de opinión”: la percepción de lo que “la mayoría piensa”. Así, los medios de comunicación pueden crear la impresión de que ciertas posturas son mayoritarias cuando realmente no lo son. La opinión pública no es lo que cada uno de nosotros piensa, tampoco su agregado, sino aquello que uno considera que puede expresar en público sin riesgo de aislamiento social.

 

La violencia simbólica de la que habló Pierre Bourdieu puede, en efecto, tener cara de payaso. Lo verdaderamente importante no es la burda mentira de un bufón deslucido ni el castigo por el lamentable suceso ocurrido en el Senado, sino el modo en que se construye el consenso aparente en la esfera pública: cuando se repiten hasta el cansancio ciertas versiones, cuando se hace pasar a un segmento por la totalidad, cuando se margina a las mayorías, la mentira del silencio se vuelve más eficaz que cualquier grito. Reconocerlo es indispensable para desmontar la espiral del silencio y devolver a la ciudadanía la voz que los payasos pretenden arrebatarle.

domingo, 31 de agosto de 2025

La imitación y la estulticia

  

 

1

 

… muchos estudian más para saber que para bien vivir;

y yerran.

Tomás de Kempis, Imitación de Cristo.

 

 

Según don Tomás, a la sabiduría no se llega a través de diálogos sesudos, y ni siquiera está en el conocimiento: está en la humildad y la caridad. Imitación de Cristo, del agustino Tomás de Kempis (1379–1471) —uno de los textos más influyentes del cristianismo y uno de los más difundidos después de la Biblia— es la obra cumbre de la devotio moderna, un movimiento que surgió a fines del siglo XIV en los Países Bajos. Impulsada por Geert Groote (1340-1384), la devotio moderna propugnaba la piedad, la sencillez, la lectura meditativa, la humildad, y el rechazo de la ostentación. Kempis sostiene que cuanto más se sabe, mayor es la responsabilidad de vivir virtuosamente. Además de Kempis, en las escuelas de los Hermanos de la Vida Común, fundadas por Geert, se formaron gente como Erasmo, Calvino e Ignacio de Loyola.

 

Desiderius Erasmus nació en 1466 en los dominios del Sacro Imperio Romano Germánico, en la ciudad de Róterdam. De niño estudió con los Hermanos de la Vida Común, en Deventer. A los 21 años, ingresó en el convento agustino de Steyn. Más que la vocación religiosa, lo atrae la mejor biblioteca grecolatina de la región. Bien anota Stefan Zweig: “… es preciso cierto esfuerzo para recordar que este hombre, libre de pensamiento y que escribe tan sin preocuparse, haya pertenecido en realidad, hasta la hora de su muerte, al estado eclesiástico”. Efectivamente, Erasmo fue ordenado sacerdote en 1492, pero pronto se las arregla para vivir fuera del convento. 

 

El primer pasaporte que consigue es el puesto de secretario de latín del obispo de Cambray, con quien viaja a Italia, y a quien después logra convencer de que lo mande a París a estudiar Teología. De ahí en adelante andará en eterno periplo por Europa. Zweig describe atinadamente el programa que desde entonces dirigía la vida de Erasmo: “… actuar a la sombra del poder, apartado de toda responsabilidad, leer buenos libros en una tranquila estancia y escribir los suyos, no ser soberano de nadie ni súbdito de nadie…” Acompañando a un discípulo, William Blount barón de Mountjoy, viaja a Inglaterra, en donde, para usar la elegante fórmula de Zweig, “se curó de la Edad Media”. En la isla entabla amistad con John Fisher, John Colet, los arzobispos Warham y Cranmer, pero sobre todo con un joven brillante, Thomas More.

 

 

 

2

 

¿alguna vez la Naturaleza ha producido

un natural más bondadoso, tierno y feliz

que el de Thomas Morus?

Erasmo

 

Tomás Moro y Erasmo de Róterdam se conocieron en Londres en 1499: el humanista inglés tenía 21 años; el princeps eruditorum, 33. Moro era el primogénito de sir John More, mayordomo del Lincoln's Inn; Erasmo, hijo bastardo de un cura. Ambos se reconocen ciudadanos cosmopolitas de la República de las Letras. Erasmo se hospeda en la mansión de Moro en Bucklersbury, y ahí escribe un libro cuyo título generalmente se publica en español con una traducción traidora: El elogio de la locura.

 

El título original de la obra de Erasmo, publicado en París en 1511 en la imprenta de Gilles de Gourmont, aparece en griego (Μωρίας Ἐγκώμιον) y en latín (Stultitiae Laus), como una correspondencia bilingüe. Pero la sinonimia entre ambos términos no es del todo exacta. El griego μωρία tiene un sentido más amplio, que abarca tanto la insensatez cotidiana como la locura, el trastorno mental. En cambio, stultitia significa más bien “necedad”, “idiotez” o “tontería”. El latín cuenta con otros vocablos (insania, amentia, dementia, uecordia) para denotar distintos grados de locura. Erasmo conocía esta diferencia y empleaba esos otros términos cuando quería subrayar los aspectos más patológicos de la “estupidez”. Quien haya leído la obra sabe que Erasmo se refiere más bien a la estupidez, a la estulticia. ¿Entonces por qué usó también Moriae encomium, es decir Encomio de la locura? Porque el título es un juego de palabras con el nombre de su amigo Tomás —Moro, Moriae—, a quien dedicó el libro. En su edición para Akal, Tomás Fanego Pérez traduce Elogio de la estupidez, y en nota a pie de página entre otras buenas razones expone: “Sin entrar en consideraciones psiquiátricas, ni todos los locos son unos tontos, ni todos los tontos están locos. Creemos que el término ‘estupidez' recoge en castellano todos los posibles matices que el personaje de Stultitia puede encerrar en sí.”

 


 

3

 

La buena vida hace al hombre sabio.

Tomás de Kempis, Imitación de Cristo.

 

Tomás Moro murió porque perdió la cabeza. Quiero decir que lo decapitaron. Fue ejecutado en julio de 1535 por orden de Enrique VIII, tras negarse a reconocer la legitimidad de la iglesia anglicana y a aprobar su divorcio de Catalina de Aragón. Tenía apenas 57 años. Moro pudo haber salvado la vida si hubiera aceptado públicamente la autoridad suprema de Enrique VIII sobre la Iglesia en Inglaterra; de hecho, muchos contemporáneos que juraron lealtad sobrevivieron sin problema. La suerte de Tomás Moro tiene un aire socrático: como el filósofo ateniense, pudo haber seguido vivo si hubiera callado o cedido, pero prefirió mantener su lealtad a sus convicciones antes que plegarse al poder. Sócrates prefirió beber la cicuta antes que desmentir su filosofía o huir; Moro, el hacha antes que traicionar su fe. En ambos casos la muerte fue una elección moral. Y, claro, las muertes de Sócrates y de Moro se engarzan con la de Jesús: sus días no terminaron porque no hubiera escapatoria, sino porque se negaron a renunciar a algo que consideraban más importante que su vida.

 

En su Imitación de Cristo, Tomás de Kempis propone la emulación de la vida de Jesús. ¿Podemos entender las muertes elegidas por convicción como el epítome de la “buena vida” a la que anima Tomás de Kempis, serían la consumación de una imitación de Cristo entendida como una entrega radical a un ideal que trasciende la existencia física? 

 

Erasmo de Róterdam murió a la edad de 69 años, el 12 de julio de 1536. Falleció debilitado y enfermo, pero no en una encrucijada trágica o violenta. Murió en Basilea, Suiza, tras sufrir una recaída de una enfermedad que lo aquejaba desde hacía tiempo —probablemente disentería—. Podemos ver en Erasmo la antítesis del martirio: siempre optó por la supervivencia y el eterno periplo, desplegando una gran habilidad para navegar por las complejidades del poder. Y no fue sencillo: “Por la décima parte de las audacias que Erasmo expuso a su época, fueron llevados otros a la hoguera…; gracias a su arte literario y humanístico de envolver las cosas, en realidad Erasmo deslizó de contrabando, en los conventos y las cortes de los príncipes, toda la materia explosiva de la Reforma”. Tomo el extracto anterior del libro sobre Erasmo de Róterdam que escribió Stefan Zweig. Por cierto, exiliados, el escritor austriaco y su segunda esposa, Lotte, se suicidaron la noche del 22 de febrero de 1942 en Petrópolis, Brasil.

El prianismo salvaje y sus esbirros

  

El miércoles 27 de agosto pudimos constatar lo que siempre hemos sabido, que la esencia del prianismo es el autoritarismo hipócrita, antidemocrático, salvaje y violento. No es una novedad, no debe sorprender a nadie con un poco de memoria; sin embargo, lo sucedido consterna, atribula. La degradación de un semejante siempre acongoja, porque nos recuerda que cualquiera de nosotros puede convertirse en una bestia. Un perro no necesita hacer nada para ser perro, una pulga es una pulga haga lo que haga; en cambio los seres humanos debemos humanizarnos y cuidarnos constantemente de no degradarnos.

 

El miércoles 27 de agosto el ágora nacional fue deslumbrada por la inagotable capacidad de degenerarse a sí misma que tiene la oposición. Tanta saña, tanta virulencia, tanta mendacidad encandila. Particularmente, la violencia verbal y física aterra. No hablo de miedo, hablo de algo peor. No se trata del temor que puede acompañar a la cobardía, es el terror que causan los monstruos que siguen agazapados entre nosotros.  Es lo que Freud llama lo ominoso, el espanto que provoca lo familiar vuelto extraño. El episodio del miércoles nos recuerda que el pasado priísta no está del todo enterrado. Lo ominoso no asusta por ajeno, sino por demasiado cercano. El energúmeno que vimos actuar no es una anomalía de su origen, es el representante del tipo de personajes que nos gobernaban hasta hace muy poco.

 

Queda la tentación de usar el símil, como algunos cartonistas lo han hecho, de un gorila, para ilustrar el recurso de la violencia física, la tosquedad, la falta de raciocinio. Lo evito porque en realidad los gorilas son primates sociales, gregarios, pacíficos, que pasan la mayor parte del día alimentándose, descansando y socializando. En cambio, lo que ocurrió el miércoles 27 de agosto en la casona de Xicoténcatl al término de la última sesión de la Comisión Permanente del Congreso, más que una bestialidad, esto es, el comportamiento irracional de un animal, fue una brutalidad: violencia ruda, grosera, deliberada, la torpeza humana llevada al extremo. No vimos el proceder lioso y caótico de un atajo de bestias, sino el de un grupo organizado de sociópatas.

 

El miércoles 27 de agosto pudimos ver en vivo cómo un dinosaurio que está extinguiéndose se pegó un balazo en la cabeza, con el propósito cretino de quejarse después de ser víctima de un ataque.

 

Alejandro Moreno Cárdenas, líder nacional del PRI, sabe perfectamente que lo poco que le queda por perder es todo: la existencia de la gavilla de la cual se apropió y su modus vivendi. Desde ahí, y con la evidente intención de generar un ambiente de caos que impida la toma de posesión de las nuevas autoridades del Poder Judicial, planeó y ejecutó una chicanada en contra del presidente del Senado de la República, Gerardo Fernández Noroña. Se acercó a provocar al representante de Morena para que se desatara una trifulca, y al no conseguirlo, él mismo, apoyado por varios compinches, lo agredió físicamente. Un trabajador de la Cámara, entiendo que un camarógrafo, se interpuso, sin ninguna agresión ni física ni verbal, tratando de calmar las cosas, y Moreno lo derribó, y luego, él y otros priístas lo insultaron y patearon. Esos son los hechos. No es necesario sobre analizar el episodio: quien encabeza los restos del PRI agredió a golpes, con premeditación, alevosía y ventaja, al presidente del Senado.

 

El pasmo ominoso no quedó ahí: a renglón seguido, el mismo gánster salió a declarar que fue víctima de una provocación y, la locura, a insultar a Fernández Noroña y a amenazarlo: “que venga aquí para pegarle dos chingadazos a ese cabrón”.

 

Y ahora, para terminar, voy a referirme a lo que considero más grave de todo: la comentocracia y la mayoría de la cobertura de los medios “informativos” de la prensa tradicional minimizaron y se esforzaron por vender gato por liebre, accionaron para tomarnos el pelo, para falsear, para mantener engañadas a sus audiencias.

 

El Financiero, ilustrando la nota con un fotomontaje en el cual se ve a un Alejandro Moreno bravucón y a un Fernandéz Noroña ridiculizado, publicó en su sitio web: “Noroña y Alito se pelean en la sesión del Congreso: No me toques”. O sea, no fue una agresión del priísta, sino un pleito entre dos, uno de los cuales, el que ponen en primer lugar, Noroña, dijo algo, “no me toques”. No informan, tergiversan los hechos.

 

“Alito y Fernández Noroña se enfrentaron a golpes en el Senado…” cabeceó la nota El Economista.

 

“Pelea de Alito Moreno y Noroña. ¡Llegan a los golpes! Noroña y Alito se pelean en plena sesión”: Milenio.

 

“Con el himno de fondo Alito Moreno y Noroña se agarran a golpes en el Senado”: El Universal.

 

Gurú Político posteó: “¡Hay tiro! Noroña y Alito Moreno se enfrentan a golpes en el Senado.” Claro: el priísta le soltó manotazos y al menos un puñetazo y el otro intentó pegarle en las manos con su cara.

 

TV Azteca, a pesar de que posteó el video en el que se ve claramente la agresión de Moreno sin respuesta del morenista, tituló: “Alito y Fernández Noroña protagonizaron un episodio de tensiones que llegó a empujones…” No sólo minimizan, mienten.

 

Incluso, la Jornada on line se sumó al tsunami de mentiras: “… los senadores Alejandro Moreno, del PRI, y Gerardo Fernández Noroña, de Morena, se enfrentaron”. 

 

José Cárdenas, otro energúmeno, tuvo el descaro de reclamarle a Fernández Noroña durante una entrevista ocurrida horas después del evento, que “dos legisladores se agarren a golpes mostrando la poca educación que tienen”.

 

La señora Azuzona Uresti posteó el video que estaba tomando el camarógrafo agredido y no tuvo empacho alguno en mentir: “Esto capturó la cámara de Emiliano, el trabajador del Senado que resultó afectado durante la confrontación entre Alito Moreno y Gerardo Fernández Noroña”. Es decir, el joven no fue empujado, golpeado, pateado e insultado por los priístas, no, fue “afectado durante la confrontación entre el morenista y el priísta”.

 

Y luego ya en la noche, Denise Maerker en el programa de Televisa “Tercer Grado” ejecutó una marrullería mucho más sofisticada que las mentirotas de los periódicos. Primero habló mal de Gerardo Fernández Noroña, estableciendo, sin pruebas, que, como “es de conocimiento público no siempre es sereno”, y luego:

“Tampoco enfrente se encontraba un presidente del PRI de gran mesura y conocido por la sensatez de sus puntos de vista, era un hombre que fue también a pegar de golpes…” ¿Se dan cuenta? El veneno está en ese “fue también a pegar de golpes”. Esto es ya de plano perverso.

 

En fin, después de ver lo sucedido, circulan varios videos, más de una persona pensamos lo mismo. Por ejemplo, leí que Eder Guevara tuiteó: “Si eso hace Alito Moreno ante los ojos del mundo, imagínenselo en otros contextos donde no tenga reflectores”. También escuché a Daniela Barragán decir algo así en canal Once.

 

Bueno, con la prensa es lo mismo: si existiendo el video que muestra contundentemente se atreven a mentir así, ¿se imaginan el caudal torrencial de cuentos, medias verdades, falsedades, infundios, bulos, embustes con que ha bañado la prensa a nuestro país cuando, justo, tienen que mediar entre la realidad y nuestra percepción de la misma? Son un asco.

 

Lo ocurrido el miércoles 27 de agosto no es un episodio aislado ni el simple exabrupto de un fulano que no pudo controlarse; es una radiografía del prianismo en su ocaso y de la miseria ética de una prensa que tergiversa los hechos traicionando así su rol social. La violencia ominosa de los viejos dinosaurios políticos y la complicidad servil de los medios no sólo degradan la vida pública, también nos recuerdan la fragilidad de nuestra democracia. Ante ello, la única vacuna es la memoria crítica: no olvidar, no normalizar, no dejar que nos engañen otra vez.

 

domingo, 24 de agosto de 2025

La rama del colibrí

  

Quieto

no en la rama

en el aire

no en el aire

en el instante

el colibrí

Octavio Paz, La excalamación.

 

 

 

Cosmos

 

Las palabras crean mundo y lo organizan. En Verdad y método (1960), Hans-Georg Gadamer sostiene que “el lenguaje es un centro en el que se reúnen el yo y el mundo, o mejor, en el que ambos aparecen en su unidad originaria”, y al final de su ensayo concluye: “el ser que puede ser comprendido es lenguaje”. Las palabras no son meros instrumentos que describen una realidad pre-existente, sino que constituyen y ordenan el mundo a través del proceso hermenéutico de comprensión e interpretación. El lenguaje es el medio en el cual los humanos habitamos y mediante el cual el mundo se hace y se mantiene más o menos accesible a la comprensión. Quizá todo esto parezca demasiado abstracto, quizá resulte un poco más accesible explicado con dinosaurios.

 

 

Ignaros 

 

Nosotros, los autodenominados sapiens, nos venimos a enterar de la existencia de los dinosaurios hasta hace muy poco tiempo, cosa de nada. Y eso no es extraño, lo extraño es que ahora sepamos tanto sobre ellos. Porque en este y en cualquier ámbito del conocimiento, nuestra ignorancia es cielo abierto, y el saber, ventana con rejas. Vayan ustedes a saber de cuántos otros bichos extintos no tenemos ni tendremos nunca ninguna noticia. Bueno, ni siquiera conocemos a toda la fauna que sigue viva en el planeta. Hay un océano de bestias a las que no le hemos puesto ni nombre. Obviamente, es imposible saber exactamente cuántas especies no conocemos, pero el siguiente dato sirve para darnos una idea de las dimensiones dinosáuricas de nuestra ignorancia: durante los últimos cinco años, se han descubierto miles de nuevas especies de fauna en todo el mundo, con un promedio estimado de 18 mil especies “nuevas” descubiertas anualmente. Por supuesto, abundan los peces por conocer y la mayor parte de la biodiversidad terrestre por descubrir y catalogar se compone de insectos, arácnidos, moluscos y otros invertebrados, pero nuestro desconocimiento no se limita a este tipo de fauna —por ejemplo, el popa langur (Trachypithecus popa), un mono del grupo de los langures, fue descubierto en Myanmar apenas en 2020—. Se estima que sólo entre el 10 y el 20% de todas las especies han sido documentadas por la ciencia occidental: la mayoría de los seres vivos están fuera de nuestro mundo. Lamentablemente, la tasa de extinción es ahora más rápida que la tasa de descubrimiento; luego entonces, estamos condenados a no saber jamás de la existencia de un montonal de animales que hoy están pasando sus últimas temporadas en la Tierra. En cambio, hoy la gran mayoría de la gente podría contestar que ve a un dinosaurio si, por caso, se le mostrara la imagen de un saurópodo.

 

 

Dinosaurios

 

Los dinosaurios surgieron en el Triásico tardío, hace unos 230 millones de años (mda),  y se extinguieron hace 66 mda, así que poblaron la Tierra durante alrededor de 164 mda… El homo sapiens surgió de la cadena evolutiva hace no más de 300 mil años, es decir, 0.3 mda, y logramos entender y clasificar a los dinosaurios como un grupo zoológico hace menos de doscientos años, o sea hace sólo 0.0002 mda.

 

Aunque es muy probable que desde hace cientos de miles de años algunos humanos se hayan topado con huesos y fósiles de aquellas colosales alimañas mesozoicas, nadie podía saber a qué tipo de fauna correspondían esos restos ni mucho menos qué apariencia podían tener ni qué tan vetustos eran. Los griegos, ya en tiempos históricos, encontraron huesos fósiles de grandes mamíferos, como mamuts y rinocerontes lanudos, e incluso de dinosaurios, y los tomaron como pruebas de la existencia de una raza de gigantes, los Titanes, que, según su mitología, habían sido enterrados por los dioses tras la Gigantomaquia. Heródoto escribió sobre unos misteriosos “huesos de serpiente” hallados en Egipto, cuyas vértebras eran tan grandes que tenían que ser transportadas en caravanas. Ni ellos ni los chinos, quienes en tiempos remotos supusieron que sus hallazgos de restos de fauna prehistórica correspondían a huesos de dragones, supieron de qué animales se trataba en realidad. Paradójicamente, para los humanos los dinosaurios son una novedad.

 

No sin cierto orgullo solemos imaginar que, para un viajero en el tiempo, digamos un sabio de la Antigüedad —pensemos en un Tales de Mileto, en un Sócrates de Atenas—, resultaría imposible entender nuestro mundo tecnificado… Luz eléctrica, aviones, celulares, computadoras… Cierto, pero tampoco entendería la profusión de iconografía de dinosaurios en la que vivimos y la familiaridad con la que en la actualidad vemos a esos animales, para ellos totalmente desconocidos. Y eso que ese par de sabios griegos vivieron no hace mucho tiempo, menos de tres mil años. En cambio, hoy día pululan los escuincles que, cuando ven una película como Jurassic World, pueden identificar perfectamente a un braquiosaurio o a un edmontosaurio, ya no digamos a un tiranosaurio rex o a un feroz velociraptor, quizá las más populares de esas bestias.

 

 

Palabras

 

En 1842 Richard Owen acuñó el término Dinosauria. La palabra es moderna, pero fue acuñada para designar a seres mucho más antiguos que el hombre. Owen no sólo creó el vocablo, también, basado en las características anatómicas que compartían ciertos fósiles y los restos óseos de algunos enormes reptiles, definió un grupo zoológico, es decir, creó una categoría que no existía antes. Owen amplió el mundo. Lo mismo ocurrió cuando el biólogo sueco Carlos Linneo, en la décima edición de su obra Systema Naturae (1758), acuñó la palabra Mammalia: antes no existía una categoría taxonómica que agrupara a los animales que hoy llamamos mamíferos, así que un gato era un gato y no existía ninguna palabra que lo metiera en una misma bolsa conceptual con un murciélago, un elefante, un delfín… Una categoría taxonómica, como Dinosauria o Mammalia, es una construcción conceptual que los humanos usamos para organizar la diversidad de los seres vivos y extintos. La realidad es un continuo de formas y transformaciones; con palabras la recortamos y organizamos en cajones conceptuales para poder pensarla e incorporar más y más elementos a nuestro mundo.

 

La comprensión científica de los Dinosauria ha evolucionado significativamente desde la propuesta original de Owen. Expresado en corto, hoy los Dinosauria constituyen un clado de saurópsidos diápsidos arcosaurios. Un clado es un grupo de organismos que incluye a todos los descendientes de un ancestro común —la palabra clado (del griego klados, “rama”) fue acuñada por el biólogo evolutivo británico Julian Huxley en 1957—, y en este caso estamos hablando de todos los descendientes del ancestro común más reciente de Triceratops horridus y Passer domesticus. Lo anterior quiere decir que son especies insertas en el clado dinosauria tanto un Tyrannosaurus rex como un Struthio camelus, esto es, un avestruz. En efecto, para la ciencia, el clado dinosauria incluye no sólo a los dinosaurios extintos, sino también a todas las aves, las cuales evolucionaron a partir de un grupo de dinosaurios terópodos durante el Jurásico. Las aves no son parecidas a los dinosaurios ni descendientes de ellos en un sentido excluyente; son un linaje de dinosaurios que sobrevivió a la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno. Así que un patagotitan mayorum —una bestia que llegó a pesar unas 70 toneladas y alcanzó los 40 m de longitud—, el dinosaurio más grande documentado hasta ahora, es tan dinosaurio como un colibrí.

 


Si tú no sabías que un colibrí es un dinosaurio, conocer el dato pudo provocar una pequeña operación conceptual en tu cerebro: la certeza de que los dinosaurios pertenecen al pasado pierde su contundencia absoluta mientras que los plumíferos del presente adquieren otra condición. Sales del texto con la curiosa sensación de haber efectuado a una mudanza semántica: las palabras permiten reacomodar tiranosaurios y gallinas con la misma facilidad.

 

jueves, 21 de agosto de 2025

Pobres

 

El pasado miércoles 13 de agosto el INEGI dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza multidimensional. Como muy probablemente ustedes recordarán, de este trabajo, hasta hace muy poco, se encargaba el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, mejor conocido por sus siglas, el Coneval. Este órgano autónomo, hoy extinto, fue creado en 2005 exclusivamente para hacer eso. Así que esta es la primera vez que el INEGI se hace cargo de este trabajo específico. La primera vez que el CONEVAL midió oficialmente la pobreza multidimensional fue con datos correspondientes al año 2008, y su publicación se realizó en 2009.

 

Aquella fue la primera medición formal que integró tanto los ingresos como las carencias sociales de la gente para evaluar la pobreza en México. Desde la primera medición de pobreza multidimensional de 2008, el CONEVAL basó sus cálculos en los microdatos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), levantada por el INEGI. Y siempre fue así: el INEGI levanta la ENIGH en una enorme muestra de hogares en todo el país, procesa la información, publica los resultados y libera los microdatos, y luego, con esa información, el CONEVAL realizaba los cálculos para determinar qué tantas personas sufrían la condición de pobreza. Claro, esos cálculos se hacían y se hacen conforme a una metodología y empleando determinados procedimientos y algoritmos establecidos por ley. Aquel año, 2008, el porcentaje de población en situación de pobreza multidimensional era de 44.2%. Dos años después, en 2010, llegó a su máximo: 46.2%. Es decir, hace quince años, en pleno auge del neoliberalismo, prácticamente uno de cada dos mexicanos vivía en la pobreza. Y a muchos nos tocó, ¿no?

Antes de continuar subrayo:

  1. Desde que comenzó a hacerlo, el Estado mexicano realiza la medición de la pobreza multidimensional con base en el mismo instrumento estadístico, la ENIGH, una encuesta realizada por primera vez, ya con ese nombre en 1977. Ojo, hace casi cincuenta años, la ENIGH fue levantada por primera vez por la Dirección General de Estadística, la institución a partir de la cual se conformó el INEGI en 1984. Dicho de otra forma, en el INEGI se tiene la experiencia de medio siglo levantando la encuesta en hogares a partir de cuyos resultados se estima la pobreza.
  2. El INEGI, como lo era el CONEVAL, también es un órgano autónomo del Estado mexicano. Lo es desde 2008 y antes era un órgano desconcentrado. Insisto, pues: la pobreza en México la sigue midiendo un órgano autónomo.
  3. Siempre se ha medido la pobreza con base en los microdatos de la ENIGH.
  4. La metodología para medir la pobreza multidimensional no ha sido modificada: en esta ocasión, la medición la realizó el INEGI en apego a los “Lineamientos y criterios generales para la definición, identificación y medición de la pobreza”, que emitió el Coneval en su momento.

Bien, dicho esto, retomo…

 

El pasado miércoles 13 de agosto el INEGI dio a conocer los resultados de la medición de la pobreza multidimensional, y para decirlo en corto, resulta que el primer gobierno de la 4T, el encabezado por Andrés Manuel López Obrador, sacó de la pobreza a casi 14 millones de hombres y mujeres. De lo anterior se desprende que hoy en México 29.6% de la población vive en situación de pobreza. Pero ojo, en 2018 esa proporción era de 41.9%, es decir, más de 12 puntos porcentuales más.

 

Se dice fácil, ¿no? Pero sopesen el dato: resulta entonces que desde que se mide, en este país nos encontramos con la menor proporción de pobres. Este dato confirma que aquello de que “Por el bien de todos, primero los pobres” nunca ha sido una consigna retórica, demagógica, sino una directriz de política pública.

 

Y claro, frente a la contundencia de la noticia ni la opostración lastimera ni sus opinócratas apocalípticos pudieron hacer nada. A aceptar la realidad:

 

Resulta pues que no fue el gobierno de un presidente tecnócrata educado en Harvard, tampoco el de un doctor en economía, tampoco el de un posgraduado en Yale, ni el de ninguno de los panistas neoliberales, mucho menos el del licenciado de la Panamericana, no, sino el encabezado por un licenciado en administración pública egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM quien sacó de la pobreza a más mexicanos. Va de nuevo: casi 14 millones.

 

Pero, claro, no lo aceptaron de buena manera, al contrario. Que nos vaya bien les cae mal. Más que caras de felicidad por el buen resultado para todas y todas, abundaron las caras largas, las felicitaciones con cara de luto, los “bueno sí, pero”. Lo peor de todo es que les cayó encima un tsunami y apenas dicen que sí, que la verdad tienen que aceptar que se mojaron.

 

Por ejemplo, con esa facha de amargamiento estacionado que desde hace tanto tiempo ya porta en el rostro, Gómez Leyva tuvo que salir a cuadro a decir que era necesario aceptar la buena noticia y felicitar al país por ello, pero enseguida, a bote pronto, trató de minimizarla con una estratagema de lo más bajo: que sí, que los resultados de la medición de pobreza multidimensional eran sin duda la nota de la semana… Como lo oyen: la nota de la semana. No, señor, no es la noticia de la semana, es un hecho que se destaca en décadas, es una nota que pasa ipso facto a la historia.

 

Aquello de “Juntos haremos historia” tampoco se quedó en lema político-electoral: ha sido guía. De 2018 para acá la historia dejó de hacer algo que nos pasaba encima y comenzó a ser algo que nosotros hacemos.

 

Otro ejemplo y ya. Roy Campos comentó con la señora Azuzadora las notas de la semana. “… desde el punto que se quiera ver, dijo, el hecho de que esté menos gente en la pobreza es de celebrarse, independientemente de la ideología y de quién lo haya logrado”. Insistió que fue una muy buena noticia. “¡Y lo van a cacarear décadas!”, pronosticó la señora. Pues sí, deberíamos hacerlo. Yo, por lo pronto, cierro compartiendo con ustedes algunos numeritos:

  • Lo conseguido en tan sólo 4 años es espectacular. De 2020, en plena pandemia, esto es, en medio de la crisis económica que el mundo haya vivido desde la Gran Depresión, a 2024, la gente que vivía en pobreza extrema bajó de 10.8 millones a 7 millones. Medítenlo: casi cuatro millones de niños, niñas, jóvenes, ancianos y gente adulta salió de una situación económica en la que ni siquiera podía satisfacer sus necesidades básicas.
  • En el otro extremo: mientras que en 2018 solamente el 23.7% de la población de nuestro país podía considerarse no pobre y no vulnerable, para 2024 aumentó a 32.5%, esto es, casi 10 puntos porcentuales.
  • En 2018, el 49.9% de la población total de México tenía un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos.  Al final del sexenio del presidente AMLO, ese porcentaje disminuyó a 35.4%

Y bueno, quienes no quieran celebrar esto… allá ellos, ¡pobres!

domingo, 17 de agosto de 2025

Una de dinosaurios

  

¿Un T-Rex bailando chachachá? Sí, mientras Triquitrán (Tin Tan) canta y cabriolea a Jade (Lilia del Valle), su curvilínea cavermango

Estaré junto a ti toda toda la vida,

En las buenas, de bajada o de subida.

Y tendrás una cueva distinguida,

Con huesos de dinosaurio. 

Y será caverna moderna,

Con luz y gas, con calefacción interna, por delante y por detrás.

Tendrá reloj moderno, que nos diga qué hora son.

Tendrá tocadiscos, radio y también televisión.

 

La escena ocurre en la primera película mexicana en la que podemos ver la coexistencia de seres humanos prehistóricos con dinosaurios: El Bello Durmiente (Gilberto Martínez Solares, 1952).


El anacronismo deliberado seguiría siendo explotado por la industria fílmica nacional —poco después, por ejemplo, Viruta y Capulina protagonizan La edad de piedra (1964)—. Para entonces, las chanzas de trogloditas tenían ya una amplia tradición en el cine. Chaplin interpretó a un hombre de las cavernas en His Prehistoric Past (1914), aunque en este cortometraje no aparecen más bestias que las humanas, como tampoco en Clubs Are Trump (1917), de Harold Lloyd. En cambio, en Three Ages (1923), Buster Keaton sale muy campante viajando a bordo de un descomunal brontosaurio.

 


La difícil convivencia de humanos y dinosaurios no sólo ha sido tema de comedias. El subgénero de la paleofantasía es casi tan antiguo como el cine de ficción. Las primeras películas de fantasía datan de 1896 —La Fée aux Choux de Alice Guy y Le Manoir du Diable de Méliès—, mientras que Prehistoric Peeps, de 1905, de Lewin Fitzhamon, fue la primera película que llevó “dinosaurios” a la pantalla. En 1914 fue estrenada Brute Force (1914), de D. W. Griffith, en la que, con tintes melodramáticos, se recrea la vida de hombres primitivos enfrentados a los peligros de la naturaleza —entre otros, un enorme Ceratosaurus—. Al año siguiente se estrenaría The Dinosaur and the Missing Link, un cortometraje stop-motion realizado por Willis O'Brien —el mismo que poco después se encargaría de los efectos especiales que dieron vida a King Kong (1933)—. De 1940 data la magnífica One Million B.C., dirigida por Hal Roach y Hal Roach Jr —la trama, una suerte de Romeo y Julieta troglodita: el amor de Tumak, del clan de la Roca, y Loana, de los Concha, supera cualquier dificultad, incluso batallas cuerpo a cuerpo con fieros dinosaurios—. Pero la película de dinosaurios más exitosa de todos los tiempos no sería estrenada sino hasta la última década del siglo XX —la saga sigue generando millonarias ganancias—; ya no incluyó sapiens prehistóricos, nada más contemporáneos: Jurassic Park (Spielberg, 1993). Tomando en cuenta factores como relevancia histórica, popularidad, innovación técnica, éxito comercial y reconocimiento de la crítica, ¿cuáles fueron las películas de dinosaurios más destacadas entre 1940 y 1993? Pienso que al menos deberíamos considerar las siguientes:

  • The Beast from 20,000 Fathoms (Eugène Lourié, 1953). Pionera del género de “monstruos atómicos” —inspiró a Godzilla (1954)—. Un dinosaurio reanimado accidentalmente por pruebas nucleares ataca Nueva York.
  • Viaje a la Prehistoria (1955). Una imperdible obra maestra del checoslovaco Karel Zeman. Desde un enfoque científico, algo inusual en el género, combina actores reales, stop-motion, maquetas y paisajes pintados. 
  • El remake de 1966 de One Million B.C. (Don Chaffey), protagonizado por Raquel Welch, quien se posicionó como un icono sexy sesentero.
  • El western El Valle de Gwangi (Jim O'Connolly,1969). Un grupo de vaqueros captura un Allosaurus para exhibirlo en un circo, con resultados, claro, calamitosos.
  • When Dinosaurs Ruled the Earth (Val Guest, 1970). La película se narra casi por entero visualmente, con diálogos mínimos en “lenguaje cavernícola”.

Resulta indiscutible que, desde Prehistoric Peeps hasta las películas de la serie Jurassic Park, los dinosaurios y su imposible convivencia con los seres humanos han formado parte importante del imaginario colectivo de la cultura de masas de Occidente, especialmente en su dimensión visual —poco ha colaborado en ello la literatura—. Con todo y el gran éxito de las superproducciones de Spielberg, creo que William Hanna y Joseph Barbera han sido quienes han hecho una contribución más profunda al imaginario colectivo en lo que toca a la familiaridad con la que hoy vemos a la fauna jurásica. Por supuesto, me refiero a la serie televisiva de dibujos animados The Flintstones, que comenzó a transmitirse en 1960 —aunque las caricaturas originales ya no se producen, la franquicia continúa activa, expandiéndose con nuevas producciones y una gama de productos—. Sea como haya sido, el hecho de que hoy día los dinosaurios nos resulten tan de nuestro mundo resulta algo insólito, toda vez que el último de ellos dejó de existir muchísimo tiempo antes de que los primeros de nosotros aparecieran en la Tierra: la extinción de los dinosaurios ocurrió hace 66 millones de años, mientras que el homo sapiens surgió de la cadena evolutiva hace apenas 0.3 millones de años.

 

No sólo nos separan de los dinosaurios más de 65.5 millones de años; además, la mayor parte de nuestra existencia genérica la pasamos sin saber de su existencia. La paleontología es una disciplina muy joven: los primeros fósiles de dinosaurio se identificaron y describieron en el siglo XIX, cientos de miles de años después del surgimiento de nuestra especie. Así que, durante la vasta mayoría de nuestra existencia como especie, los restos de dinosaurios que la gente llegaba a encontrar no podían ser explicados o bien se creía que pertenecían a criaturas mitológicas. De hecho, la palabra dinosaurio es muy reciente.


Fue apenas en 1841, durante una reunión en casa del geólogo William Buckland, cuando el biólogo Richard Owen sugirió por primera vez que ciertos fósiles encontrados en Inglaterra —el Megalosaurus hallado por Buckland, y el Iguanodon y el Hylaeosaurus por Gideon Mantell— podían agruparse en una misma categoría. Un año más tarde, en su informe para la British Association for the Advancement of Science, Owen acuñó el término Dinosauria, que en griego significa “lagartos terribles”. De ese modo, lo que hasta entonces eran hallazgos aislados pasaron a ser reconocidos como un grupo de animales extintos, inaugurando no sólo un campo de investigación científica, sino también una rica cantera de imágenes para la cultura popular. Ahora, si bien para los naturalistas victorianos los dinosaurios pertenecían a un “mundo anterior”, no tenían ni idea de qué tan antiguos eran realmente. Comprendían que se trataba de criaturas arrancadas de un espesor de tiempo que sólo podía entenderse con palabras —eras sin medida, antigüedad inconcebible, profundidades geológicas—. Owen y sus contemporáneos leían en las rocas una secuencia ordenada (estratos, superposiciones, cambios de faunas), pero sin unidades numéricas de medida. Sabían que aquellos huesos provenían de un estrato muy distante de cualquier memoria humana y aun de toda mitología, pero no podían decir cuántos años los separaban de nosotros. La datación radiométrica deportaría a esas bestias colosales varias decenas de millones de años antes de nuestra aparición en el planeta, pero la iconografía nos los devolvió. La distancia de 65.5 millones de años es una cifra que excede nuestra comprensión intuitiva; es una profundidad geológica y temporal que sólo puede ser aprehendida en palabras y teorías científicas. Sin embargo, en un giro fascinante y profundamente humano, nuestra cultura de masas ha domesticado a lo inconmensurable. La ciencia nos dio la palabra para nombrar a los "lagartos terribles" de una era lejana, y el cine y la televisión los convirtieron en mascotas, en villanos, en monstruos o en íconos cotidianos. La paradoja de nuestra relación con los dinosaurios radica precisamente en esto: son el testimonio de una extinción cósmica, de la vastedad del tiempo y de la insignificancia humana, pero al mismo tiempo se han convertido en una parte entrañable y humana de nuestro mundo, en un eco de la naturaleza que hemos aprendido a escuchar a través de la imaginación.

sábado, 16 de agosto de 2025

¡Oh, postración!


Día a día resulta más y más evidente que, de política, hoy aquí en México, a la oposición ya no le queda prácticamente nada. Tan simple como que no pasa una jornada sin que se exhiban haciéndonos saber que la cosa pública no sólo no les interesa, sino que hasta le hacen ascos. El bienestar de las mayorías, los beneficios directos para la gente, la utilidad pública … todo eso les resulta tan ajeno a sus propios intereses que lo llaman demagogia, populismo… Nunca entendieron que gobernar no es mandar, sino servir. Ahora parece inocultable ya que para el neoliberalismo el pueblo llano no era más que una molesta carga, un inconveniente necesario, un continente ignoto apenas soportable si se mantiene lejos, distante del presídium, agradecido en spots televisivos y mediado por bien controladitas organizaciones de la bonita sociedad civil. Hoy es claro: la oposición ha abdicado de la política en tanto preocupación por lo común. Lo suyo ya no es la política, sino la gestión de privilegios, la administración del resentimiento, un reality show protagonizado por un montón de gatos panza arriba exigiendo impunidad y el espectáculo de un “no” monótono y sostenido. Sabían imponer, pero nunca se dieron tiempo de aprender a proponer y convencer. Desde hace mucho dejaron de disputar el poder y ya sólo intentan desesperadamente que no se vea que su fecha de caducidad ya pasó. 


La oposición política en México no sólo es cada vez menos política… No sólo les queda apenas una sombra del adjetivo: de 2018 para acá, su ser sustantivo se ha ido deslavando, desustanciando…


En efecto, día a día resulta más forzado seguir llamando “oposición” a la panda desarticulada de pillos con fuero, bufones faltos de toda gracia, odiadores sin más ideología que el rencor, añorantes de pasados vergonzosos, expertos de la holganza a sueldo, patiños de sí mismos, trampistas encorbatados y sacacuartos de tacón, caraduras y conchudos, histrionisas de pacotilla y faranduleros sin tablas, cipayos y malinchistas, gente bien malandra, fuleros, desmemoriados de sus propias brutalidades, golfos, cacos, mangantes acaudalados, parásitos omnívoros, chapuceros consuetudinarios, elegantes esgrimistas del pastelazo, paladines del vasallaje, vociferantes vacuos, trompeteros de apocalipsis que jamás ocurren… En fin, un desfile de esperpentos, un anti-panteón, una caterva de personajes que se han ido enzarzando en su decadencia y decrepitud conforme el mundo sigue dando vueltas y vueltas en sentido contrario a sus deseos reaccionarios.


Nimia y plañidera, la oposición en México cada vez es menos una fuerza política para ser cada vez más un amasijo de agentes desahuciados que sollozan. Progresivamente irrelevante y latosamente quejumbrosa, la oposición en México cada vez dice menos y lloriquea más. Lastimera, en este país la oposición cada vez deja oír menos su amargo lloro y más y más un gimoteo predecible, plúmbeo y ridículo. El prianismo es cada vez menos acción nacional y cada vez más reacción local, lunares dispersos por aquí y por allá. El prianismo es cada vez menos tricolor y cada vez más bicolor: azul apesadumbrado y rosita hipócrita. El empayasamiento del PAN ya hizo metástasis. Del PRD no quedan más que un pritufo y dos que tres capulinos sin viruta. El PRI ha sido reducido a la bravuconería chaparra y procaz. No hay ya oposición, sólo ¡oh, postración! La derecha mexicana contemporánea sigue siendo derecha, pero no es contrapeso para la izquierda, pura vacuidad, ingravidez programática. Su único derrotero es la derrota.


Y, claro, sus comparsas en la intelectualidad orgánica y ahora apocalíptica, su sequito séquito en la opinocracia mendigante, la caja de resonancia destartalada… tampoco cantan mal las rancheras. 


Tres ejemplos de actualidad pueden ser suficientes.


Como era de esperarse, a la prensa tradicional le importó muy poco que los resultados de la más reciente ENIGH levantada el año pasado por el INEGI confirmen que 10 millones de mexicanas y mexicanos salieron de la pobreza entre 2018 y 2024. En cambio, se dieron vuelo criticando que Monreal se haya ido de vacaciones a Madrid…, en donde Calderón y Peña viven, por cierto, y más, pero por supuesto, que Andrés López Beltrán haya viajado a Tokio… ¡Cómo! ¡¿Con qué derecho van esos de Morena más allá de Oaxtepec! Los ingresos de los hogares mexicanos reportaron, en el sexenio pasado, un crecimiento de 15.6%, también de acuerdo con datos de la ENIGH, pero para los editorialistas de siempre la mira estaba en otras cosas. Una muestra, el señor Pascal Beltrán del Río, posteó muy objetivo y serio en su cuenta de X: 

Los nuevos ricos que ha generado el oficialismo tienen mucho dinero (a saber de dónde lo sacan) pero no tienen personalidad. Compran objetos y prendas caras, o viajan en Business, creyendo que con eso van a apantallar a todos. Pero sólo engañan a otros que no tienen personalidad.

¿Ven ustedes? Imposible discutir, argumentar racionalmente frente a esta sarta de prejuicios. Puro clasismo moscamuerta.


Segundo ejemplo Héctor Aguilar Camín escribió una columna hace unos días montada en la siguiente quimera… Y con quimera no me refiero al monstruo mitológico que vomitaba llamas y tenía cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón, sino a eso que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. Dice el chetumaleño:

Un escritor y periodista español, de paso por México, me hace la pregunta que encuentra flotando en el aire:

Pregunta: Tu país ha conocido un cambio de gobierno. Da la impresión de que quien manda ahora llama por teléfono al que mandó antes. ¿O esta es una impresión del que viene de fuera y ustedes lo ven distinto?

¿Qué escritor? Misterio. Eche usted a volar la imaginación. Pero es español, uy. Por lo demás, la dichosa pregunta… ¿ustedes la han visto flotando en el aire o más bien encuentran en ella el delirio que machaconamente la derecha pregona: el que manda es AMLO, el que no está sí está. Y viene la respuesta que es un no sé que sí sabe. Dice el novelista:

Creo que todavía manda el anterior, desde su escondite, en Palenque, un búnker que nadie sabe cuánto cuesta, ni quién lo paga. Aunque lo sabemos todos: cuesta mucho y lo paga el gobierno.

¿Qué tal el rigor periodístico? ¿Debatible? Tanto como una novela de Verne. Pero algo sí que es indiscutible: de que lo extrañan, lo extrañan horrores. Y es más que lógico y entendible: si el rasgo fundamental es odiar a alguien o ser anti-alguien, pues te va la identidad en que ese alguien no desaparezca.


Último ejemplo. El ingeniero Krauze se acaba de aventar una editorial en el Reforma en la que, sin ninguna pena, exhibe el nulo apuntalamiento que tienen hoy sus diatribas en la realidad:

Enfrentamos el riesgo de una regresión gigantesca: eliminar tanto el sufragio efectivo como la no reelección. Abramos los ojos. Potencialmente nos enfilamos a ser lo que nunca fuimos, ni con el PRI ni con Calles, ni con Obregón, ni con Porfirio, ni con Santa Anna, ni con Iturbide, ni siquiera en tiempo virreinales: una monarquía absoluta hereditaria por la vía sanguínea.

Sin duda, aquí el adverbio “potencialmente” significa “en mi descarrilada mente enferma”.


En suma, la derecha mexicana contemporánea no se mantiene de pie ni siquiera para perder con dignidad: se arrastra entre nostalgias y fantasmas, conjura delirios para suplir su falta de ideas y da patéticas patadas de ahogado. La oposición ha dejado de ser contrapeso y se ha convertido en peso muerto; su “política” es puro performance y su porvenir, un epílogo escrito con tinta invisible.